martes, 22 de septiembre de 2015

Próximo al límite

En el primer tren de la noche, ese mismo que iba de Brighton a Londres, Rowan fue pensando cómo anticipar la noticia a su mujer y cómo justificar su comportamiento en los últimos días. Iba solo en uno de los vagones, su reloj se había parado y su teléfono móvil estaba sin batería. Trató de dormir en ese rato, pero no fue capaz. Miró por esa enorme ventana rectangular y lo que pudo apreciar fue un puñado de robles cabelludos ondeando sus ramas como si no hubiese un mañana. Eso le pareció distinguir, eso es lo que quiso ver durante todo el trayecto.

Sus demonios, esos demonios que le perseguían en todos los bosques de sus sueños, estaban ahí fuera. Necesitaba llegar y caminar por su calle, por Lytham Street, pero allí todo era más voluminoso, incluídos esos monstruos de tez verdosa y cuerpos alargados que últimamente iban tras él también en la vida real. Trataban de atacarle, de morder su cráneo con esas bocas gigantes llenas de colmillos y solamente de colmillos. Nuestro amigo necesitaba su medicación, pues era lo único que podía calmarle. Esas pastillas no estaban en su bolsillo, y tampoco en su mochila. Seguía necesitando un paseo por su calle, aunque eso acarrease más agitación. Lo necesitaba, tanto o más que sus pastillas.

Rowan salió de la estación de King´s Cross y allí le esperaba Linda. Por esta vez, se había librado de meterse más de lleno en ese infierno que ya no permanecía sólo en sueños. Linda tenía sus pastillas. Sin embargo, al salir de aquella estación de cubierta metálica y paredes de ladrillo beige por dentro y por fuera, allí estaba ese taxi que no debió coger semanas antes en Camden Town. Era el mismo taxi. Aquella noche de  Camden vino a su memoria. Aquella maldita velada le hizo adicto a la obscuridad y conoció otra diversión y también a sus maléficas figuras tan ficticias como reales, y que ahora eran cada vez más reales si la medicación no entraba en su organismo. Sus sensaciones eran muchas y, antes de comenzar a temblar, Linda estrechó su mano derecha con fuerza y cogió de nuevo las riendas del regreso a casa. Rowan quiso gritar, pero en un repentino esfuerzo de calmarse, encendió un cigarro y vio cómo el taxi se marchaba de allí, sin conductor aparente y también sin puertas, y también sin ruedas. Al bajar la mirada, vio al escorpión que estuvo a punto de asustarle en el tren. El aguijón sin embargo no estaba en sus pies, sino encima de la mesilla de su habitación, esperándole en su casa victoriana de Lytham Street. El aguijón haría de su cuerpo una peligrosa montaña rusa, dado el estado de su nariz y los túneles formados en su cerebro.






5 comentarios:

  1. Muy bien contado, Jorge, me gustó. Posiblemente mi conocimiento de Londres me haya hecho vivirlo de otra forma.
    Un abrazo.
    HD

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    1. Muchas gracias, Humberto. Sin duda, Londres es una ciudad donde multitud de barrios pueden resultar inspiradores para escribir relatos y, cononociendo la ciudad, habrás andado mentalmente por esas calles.
      Me alegro mucho de leer tu comentario.
      Un abrazo,
      Jorge

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  2. me ha gustado mucho tu relato, está muy bien escrito.

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    1. Muchas gracias, me alegro que te haya gustado. Espero sigas mis próximos relatos, ya que trataré de no defraudar.
      Un abrazo,
      Jorge

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  3. me ha gustado mucho tu relato, está muy bien escrito.

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